El arte versus Babel.


Pintura Rupestre de BCS
4 de Abril de 2013
San José del Cabo
Por: Aldo Fulcanelli

“La luz del arte iluminará los innumerables corazones con un amor nuevo.” “En un principio, este sentido vendrá desapercibido, pero más tarde este sentido limpiará toda la conciencia humana.”
“Cuántos corazones jóvenes están buscando algo bello y auténtico. Dádselo, pues. Dadle el arte al pueblo, que el arte le pertenece.” Es la frase de Nikolái Roerich, artista ruso defensor de la cultura por y para los pueblos del Mundo.

Promotor de acuerdos internacionales que protegen el Patrimonio Cultural desde la llamada Ética Viva, Roerich concibió al arte como la salvación de la humanidad, al entender que la belleza de la creatividad entregada a las generaciones; podría transformar su entorno.

Aunque la obra humanista de Roerich ha perdurado en el tiempo y el espacio, por otro lado, los sistemas que nos oprimen celebran con muros de concreto y enfrentamientos bélicos, las diferencias “aparentemente” irreconciliables entre las naciones. El arte en sus diversas manifestaciones, se ocupa de enseñarnos, que aún existiendo diversidad de lenguas, costumbres, y religiones, lo esencial para unos y otros, es sencillamente inherente a todos.

Frente al silencio que aburría a los primeros hombres sobre la tierra, las pinturas rupestres como primera manifestación artística, la escultura en sus representaciones más originarias, y que luego evolucionaría en las Artes Plásticas, todo ello como respuesta. También la música en sus aspectos rituales o ceremoniales permitió a nuestros lejanos ancestros, no solamente no aburrirse, sino enrolarse con actividades que les unificaban; más allá de los quehaceres habituales.

Siempre el arte, desde su origen arcaico hasta su estación vanguardista, ha sido un punto de unión entre las personas, permitiendo identificarse.

Si entendemos que el arte, surge inicialmente como esa necesidad de crear, y se perfecciona hasta el momento de construir su propia dialéctica, que está a su vez, derriba los atavismos sembrados por los sistemas de gobierno, entendemos entonces; que no hay nada más revolucionario que el arte mismo.

Los síntomas que el arte produce en las personas, contrastan duramente con la visión de la Babel Bíblica, lugar donde supuestamente Dios, confundió a la humanidad como castigo a la indecible soberbia que la envenenaba. Un sitio deplorable y triste, donde la gente no se entiende, porque buscan en el otro, el espejo de sí mismos. Anestesiados por quienes gobiernan el mundo, hemos aceptado que nuestras diferencias, basadas en cuestiones raciales o territoriales, parezcan irreconciliables. Esa es la visión de Babel o Babilonia, identificada apocalípticamente como “la gran ramera”; la confusión como castigo.

Hasta el momento, no he conocido a ninguna persona que no se haya conmovido ante el influjo de la música, y la cito, porque es junto a la Danza, probablemente la más universal de todas las artes. Innumerables experimentos sociológicos han permitido demostrar, que en lugares concurridos si se toca música o se baila de manera inesperada, se logra provocar catarsis en los asistentes. Las personas reaccionan favorablemente unas con las otras ante las notas musicales, dejando de lado, al menos mientras dura el performance, las diferencias entre unos y otros.

Una cosa es reconocer el concepto de nacionalidad, que implica pertenecer a un territorio con lenguaje propio, tradiciones, organización interna que permite diferenciarse de otras.  Cosa muy diferente es segregar, entendiendo esta definición, como separar a una cosa de otra, de la que forma parte. Podría entenderse que segregación, es solamente actuar de forma racista o por motivos religiosos conformando grupos de aislamiento, aún  en contra de su propia voluntad, pero no es así; Segregar es mucho más que eso.

Separar a los pueblos de su cosmovisión originaria, equivale sin duda, a arrancar a un niño del pecho de su madre. Es un acto violento y socialmente arbitrario, que conduce a una sociedad a caminar ciega ante su devenir. Pisotear los credos o costumbres de los pueblos indígenas de América, retirándolos de sus lugares de reunión, atacar sus formas de supervivencia en pos de un carísimo desarrollo, eso es segregación. Permitir que la violencia entre los países del orbe, tenga como fundamento el odio racial, justificando con ello la guerra y el genocidio, es un acto supremo de segregación también.
Pero  en la vida íntima de las personas, aislar, violentar, o perseguir socialmente a otros, en razón de sus ideologías, es un acto de segregación, que de ninguna manera debe pasar desapercibido.

Es bajo este punto de vista, que el arte como movimiento universal unificador según Roerich, adquiere un peso tremendo, pues surge como respuesta a la arbitrariedad que genera esa violencia ideológica, de la que hemos sido víctimas durante siglos. Si ya dijimos que inicialmente el arte, se enfrenta al silencio de los primeros hombres, y luego se perfecciona como el vehículo de comunicación en que se hoy se ha convertido, podríamos decir entonces, que el punto de unión entre los hombres, podría ser el arte mismo, e incluso, su propia salvación. Hoy que el Imperialismo, amenaza con regalarnos otra guerra, no debemos dejar de lado esa profunda reflexión.

En una ocasión, cuando me encontraba charlando con un hombre de rancho de poca instrucción, me di a la tarea de escuchar frente a él “Al claro de luna”, bella composición de Debussy. Debo decir que lo hice de manera incidental, solo para comprobar lo que dentro de mí ya suponía. El hombre se mostro complacido con la música sin saber porque, y claramente, sin tener ninguna noción de quien era Debussy. Es más, debo decir que ante su insistencia, tuve que repetir el tema del CD tres veces, porque aquel hombre sencillo, los disfrutaba tanto como yo. A partir de entonces y como nunca, comprendí que la mayoría de los grandes artistas, le habían regalado su obra a la humanidad, sin que ella misma lo supiera, o le importara; que triste.

También creció en mí la aberración por los sistemas opresores, que con el terrorismo político que los caracteriza,  han convencido a los súbditos de respaldar leyes perniciosas de uso de armas y  guerra sin fin. Me parece que esos sistemas que mantenemos contra nuestra voluntad, se asemejan a esa terrible Torre de Babel, que alguna vez un rey abusivo comenzó a construir. Es una construcción creada a partir de la sangre y el miedo, bajo la absurda tesis de aislar, perseguir a todo aquello que no se le parezca. Si la creación de aquel enorme edificio, motivo la confusión de los pueblos, podemos entonces decir que esa misma torre;  sigue creciendo hoy día.

Al igual que la ominosa torre, los sistemas opresores no se construyen solos, sino con la ayuda de quienes participan de sus bondades. Cada persona que odia, persigue, censura y mata a otro por razón de diferencias que considera irreconciliables, es un constructor de aquella torre invisible. Cada ser humano que calla frente al abuso ostensible o la injusticia, es también un promotor de la segregación.

Por otro lado, el sistema que controla los mercados financieros y los medios, nos ha vendido la idea de que vivimos en una sociedad inmejorable, donde los protocolos sustituyen a la comunicación, y se promueve la flojera mental de niños y jóvenes. Ese mismo sistema, ha dejado sin hogar a cientos de personas en las recientes crisis inmobiliarias que hemos enfrentado, son ellos, quienes han depredado el Patrimonio Histórico de la Humanidad, destruyendo  hogares  o centros ceremoniales de los pueblos indígenas.

¿Hacia dónde caminaremos sin una cosmovisión que promueva el respeto a la diversidad de los demás frente a nosotros? ¿Por qué se nos educa en la cultura del reemplazo y no de la construcción? ¿Es la depredación el altísimo costo de la comodidad?

Cuando ni las escuelas, ni los gobiernos, mucho menos los líderes religiosos o políticos nos brindan una respuesta aceptable, sigue siendo el arte, bajo la misma perspectiva de comunión, la solución a todas esas diferencias.

Habrá que sacar a las orquestas de las aburridas salas de concierto donde la gente se duerme, acercarlas a los pueblos, para que estos, entiendan que la creación es un regalo de Dios que no tiene precio. Habrá que mostrarles a los niños, que crear además de combatir el aburrimiento, combate la injusticia y revoluciona a  las sociedades, de líderes asesinos y opresores, la humanidad está más que harta.
Solo a través de una revolución que parte de la conciencia individual de cada persona, se podrá motivar el gran cambio que dentro de su torturada cotidianeidad, el Mundo requiere. Es ahí, donde de nueva cuenta el arte según Roerich, cobra nueva fuerza.

Mientras la indiferencia reine en nuestros corazones, la sombra de Babel seguirá acrecentándose sobre nosotros, como el misterio de un espectral pasado que se niega a morir, ¡No construyamos más esos aberrantes muros!

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